Hoy te traigo una fábula con moraleja, la araña y la luciérnaga, en la cual te cuento como hay que hacer caso a la primera intuición y no dejarse llevar por las apariencias. Espero que te guste y le saques enseñanza.

Erase una vez , en uno de esos días entre los días, que una luciérnaga llegó volado a un espacio del bosque donde vivían más vecinos.
En cualquier lugar del bosque viven diferentes animalitos que forman comunidades extravagantes, solo tienes que acercarte al tronco de un árbol caído para comprobarlo, y hete aquí que una pequeña luciérnaga encontró su pequeño paraíso ideal justo al lado de una araña peluda, engullidora y malvada, pues no tenía bastante con nada, quería comérselo todo y a todos.
La araña era fea, vieja y peluda, un bicho repulsivo, no era de esas arañas zancudas que resultan simpáticas y no dan miedo, no, esta era una vieja y gorda araña de las que dan asco y repelús, de esas que sabes que si te pican te inoculan su ponzoñoso veneno y hacen mucha pupita a una persona, pero si pican a cualquier bicho, este está sentenciado a una muerte larga y lenta, pues su veneno los paraliza y ella los envuelve rápidamente en su pegajosa tela y disfruta muchísimo de ver su despensa llena de cadáveres.
La luciérnaga estaba feliz en su casita del bosque, encontraba normal vivir con una vecindad variada como hormigas hacendosas, cigarras cantarinas, abejas atareadas, bellísimas mariposas y otros muchos vecinos, incluso encontraba normal que la araña estuviera allí, ella no tenía intención de hacerse amiga de una araña, así que como se suele decir «cada uno en su casa y Dios en la de todos».
La araña, estaba envidiosa de las bellas mariposas, despreciaba mucho a las hormigas y a las abejas que se pasaban el día trabajando.
-Pobres infelices- decía, yo con tender una trampa ya me puedo sentar a esperar, que cretinos, trabajar tanto para la comunidad, yo prefiero sentarme a descansar en mi tela y esperar con paciencia a que alguno de esos necios caiga en ella y ¡ja ja ja! ¡tengo la despensa llena!
Cuando llegó la luciérnaga, la araña le echó el ojo…un brillante bocado -pensó- a esa también la tendré en mi despensa…
La luciérnaga estaba feliz en su nuevo hogar, lo limpió, cuidó del musgo que había en él y de una diminutas florecillas de color violeta que olían maravillosamente y de cuyo néctar se alimentaba. No podía ser una luciérnaga más feliz y agradecida, así que brillaba, brillaba todo el tiempo y revoloteaba al rededor de su hogar como si viviese en el paraíso.
La araña la acechaba cada vez más envidiosa, trataba de tejer su tela más cerca de la luciérnaga a ver si de una vez por todas caía en su red esa pomposa, brillante y estúpida que no hacía más que lucir bonita y ser feliz.
-¿Quién se pensará que es Doña luminosa engreída? no debe tener un ápice de inteligencia, será fácil cazarla-
Pero la luciérnaga huía del peligro por intuición, cada vez que la araña tejía más cerca, más atenta estaba al peligro que se iba acercando lentamente.
Cuando la araña vio que su ansiado bocado se le estaba escapando decidió trazar un plan -La embaucaré y conseguiré que caiga en mis redes-
Dicho y hecho, el horripilante bicho intentó entablar amistad con la luciérnaga.
-¡Querida luciérnaga, que bella luces con tu luz! me tienes fascinada, si necesitas algo, cualquier cosa, aquí estoy para ayudarte, es lo que hacemos los buenos vecinos.
-¡Oh! no se preocupe usted por mi doña araña, no necesito nada de usted, muchas gracias, estoy muy bien aquí en mi casita bonita.
Rabiosa la araña se dio media vuelta hacia un lugar donde se camuflaba para pensar.
-¡Estúpida luciérnaga! ¿Qué se habrá creído ese bicho luminoso? cuando la cace la he de torturar lentamente, quiero que sufra, quiero comérmela y apagar su luz.
Al día siguiente, de nuevo la araña volvió a acercarse a la luciérnaga con taimadas intenciones.
-¡Querida vecina luminosa! ¿estás bien? ¿pasaste buena noche? ¿necesitas algo? ¿quieres que tomemos néctar juntas?
La luciérnaga se sintió muy molesta, no quería saber nada de ese bicho tan repulsivo, y no entendía el porqué de tanta preocupación y alabanza.
-Estoy muy bien doña araña, no necesito nada, gracias.
-Pero estás ahí, tan sola -dijo la araña- me preocupas, un ser tan lindo, temo que te pueda ocurrir algo malo.
-Doña araña, estoy feliz y tranquila, quítese sus preocupaciones pues no son necesarias.
Más rabiosa aún la araña se volvió a dar media vuelta y se camufló en su escondite, allí daba vueltas y vueltas de manera obsesiva a cómo podía comerse a la presuntuosa y brillante luz revoloteadora, cada vez la odiaba más, cada vez se la quería comer con más y más ansias destructivas.
Un día cayó una tormenta enorme y furibunda que destruyó la tela de la araña, enfadada y muy envidiosa vio como la luciérnaga estaba brillante en su pequeño rincón de musgo y flores, no había sufrido ningún daño con la tormenta, sin embargo, ella había perdido su tela de araña vieja con parte de su abundante despensa.
La rabia empezó a poseerla con monomanía enfermiza, su tremenda envidia se había convertido en odió furibundo, había de matar a aquella luz costase lo que costase.
Entonces se le ocurrió un plan, dado que la tela anterior no había surtido el efecto deseado, decidió hacerse la víctima…
-¡Ay ay ay! ¡que dolor mas grande! ¡sin hogar estoy! luciérnaga bonita, que desgraciadita soy, vieja y pobre no tengo casa, la tormenta la destruyo y como soy araña fea nadie confía en mi ¿Qué será de mi? condenada a morir sin piedad estoy, nadie me ayudará.
La luciérnaga estaba desconfiada pero sintió pena por la araña vieja y desde lejos la animó.
-Doña araña, no se queje, muchas tormentas deben haber destruido muchas veces su tela, las arañas siempre construyen de nuevo su hogar y no se lamentan de trabajar.
La araña de nuevo construyó su tela, esta vez con un diseño diferente, y siguió fingiendo ser buena vecina, sabía que había tocado la fibra sensible de su brillante vecina y ya se relamía de gusto.
Por su lado, la luciérnaga había bajado la guardia hacia la araña, verla llorar creyéndola tan desprotegida y vieja le había hecho no tenerle tanto miedo y precaución, y cada mañana contestaba a los buenos días que le daba la araña que con sigilo taimado se iba acercando más y más a ella.
El plan surtió el efecto esperado, ya se saludaban cada mañana y hasta hablaban del tiempo como algo normal entre una araña y una luciérnaga.
-Buenos días doña Luz ¿Qué tal durmió hoy? ¿necesita alguna cosa? ¿quiere venir a compartir con su buena amiga unas florecillas de néctar?
-Hoy no doña araña, mi néctar es suficiente y riquísimo.
-¡Ay! pero no te acercarías a pasar un ratito conmigo hablando del tiempo, estoy tan sola y viejita en el mundo y aprecio tanto nuestra bonita amistad, si tú quisieras ser compasiva con está pobre y vieja araña que ningún daño te puede hacer, te he cogido cariño, si tu me lo tuvieras a mi sería tan feliz.
Y la joven luciérnaga sintió pena por ella y creyó en lo que decía, con la guardia baja voló hacia la araña, para posarse en un pequeño saliente del árbol lleno de musgo, donde el sol aún no había entrado con lo cual no vio el brillo del diminuto hilo que la araña había tejido allí y así fue como cayó en la trampa, rápidamente la araña la envolvió y gozosa de haber conseguido su presa comenzó su siniestra risa.
-¡Estúpida! ¿de verdad creías que quería ser tu amiga pequeña necia y torpe luz que no sabes más que brillar? te he odiado desde que te vi y sabía que con mi astucia conseguiría cazarte, voy a comerte muy muy despacio, vas a pagar muy cara esa luz detestable que luces, yo te iré apagando y me llenaré de tu luz mientras te extermino- y de nuevo soltó su estrepitosa risa sardónica.
La luciérnaga atrapada se lamentó en silencio de no haber hecho caso a su intuición, perdida estaba, ya no había salvación, veloz la araña se precipitaba hacia ella para envolverla e inocularle su paralizante veneno. Cerró los ojos y apagó su luz, pronto estaría muerta y no quería que su última imagen fuera algo tan horrible como esa repugnante e hipócrita araña peluda y malvada. Bajar la guardia ante bicho tan infernal la vida le iba a costar.
Pero repentinamente sintió como la tela se movía como si un terremoto la estuviera zarandeando, al abrir los ojos vio a un petirrojo lanzándose con el pico abierto hacia la araña a la que engulló en un plis plas. La mortal homicida envidiosa había desaparecido, la depredadora se había convertido en alimento de un pájaro precioso que tomó un desayuno tempranero.
Con la tela de araña rota y ya sin peligro, la luciérnaga encendió de nuevo su luz, lentamente y con cuidado fue quitando el pegajoso hilo que la envolvía, no creas que fue enseguida, eso le costó un buen rato, y mientras se lo quitaba se reafirmaba en su intuición primera -no confíes en la zalamería vana, no te creas lo que te digan si sientes que es mentira, pues la vida me pudo costar dejarme enredar por la taimada, maliciosa y envidiosa vecina-
Y hasta aquí, esta fábula ha llegado, si de ella quieres aprender no olvides escuchar a tu entender.
Si te gustan los cuentos y las fábulas aquí te dejo un par muy especiales para mi ¡que las disfrutes!
Es una fabula pero lamentablemente hay quien lo sufre en la vida real ¿verdad?
Tenemos que hacer caso a nuestra intuición.
Gracias por esta fabula 😘
Me alegro mucho de que te guste Inma. Sí, las fábulas siempre tienen algo de realidad. Desde los albores del tiempo nos hablan de los arquetipos y nos dan buenos consejos. Un beso bonita.
Cómo la vida misma.
Sí, suelen ser muy claras en los arquetipos…
Preciosa fábula, cómo todo lo que haces.
Me alegro mucho de que te haya gustado! gracias Mari Carmen! las dos hacemos cosas bonitas.