La palabra Espíritu viene del latín spiritus, «soplo animador», «hálito», «aliento», «respiración» que da vida a toda la realidad. Traduce en la tradición filosófica al griego πνεῦμα, pneuma; siendo equivalente al término hindú prana.
En un amplio sentido de la palabra es lo inmaterial, pero también maneja el concepto de lo ideal, de la conciencia como forma suprema de la actividad psíquica, que en las diversas fases de la historia del pensamiento se ha usado en filosofía, teología, psicología o lenguaje cotidiano, pero interpretado de muy diversas formas. También es comprendido teológicamente como una figura retórica, siendo el «espíritu» una línea directa de comunicación con Dios.
Espíritu en la filosofía griega
En la filosofía griega, se va prefigurando como aquello que «no es naturaleza» o que lo es de un modo «distinto», mezcla entre sustancia corpórea e incorpórea. Para los estoicos, su pneuma se manifiesta no sólo en el hombre individual, sino que está presente en todas las cosas, es considerado como la energía que da vida y llena el mundo, es el «alma del mundo».
El observador que observa
En el período grecorromano, el espíritu se entendía como una actividad teórica. Para Aristóteles, la forma superior de la actividad del espíritu era pensar sobre el pensamiento, (o sea, el observador que se observa).
El spiritus comienza a tener connotaciones físicas, tanto que en la medicina antigua y medieval se habla de spiritus corporeus o animalis (Los espíritus animales son un conjunto de teorías que han tenido como objetivo, a lo largo del tiempo, explicar el funcionamiento de los humanos en sus comportamientos. Se refiere a aquellas fuerzas que empujan a las personas a actuar, como una especie de ‘carga vital’, o lo que en psicoterapia transpersonal se llaman programas o mandatos y se refiere a sentimientos y emociones que influyen en los comportamientos.
El espíritu en el cristianismo
San Agustín escribió sobre el espíritu:
El alma es un espíritu intelectual, racional, siempre vivo, siempre en movimiento, capaz de buena y mala voluntad. Toda alma es espíritu, pero no todo espíritu es alma.
Llamo espíritu corporal al aire o más bien al fuego que, por su finura, no se ve y que, residiendo en los cuerpos, les da vida.
San Agustín, De spiritu et anima, C. XIII
En el pensamiento cristiano, sin embargo, sólo se describen connotaciones inmateriales del espíritu, entendido como el soplo divino que vivifica el universo material (Giordano Bruno, astrónomo y filósofo del renacimiento).
El espíritu en el Taoísmo
También se entiende como esencia vital en el taoísmo.
Una de las definiciones de un texto clásico taoísta dice que:
La forma es el cuerpo del espíritu, el espíritu es el utilizador del cuerpo – sin espíritu la forma no puede vivir, sin la forma el espíritu está sin vida”. Lèi Jing– texto clásico taoísta
En los textos clásicos del taoísmo se entiende al espíritu como conciencia organizadora, poder espiritual, alma, el espíritu es invisible, sin forma, inaudible, es puro YANG. Solo podemos percibir el resultado de sus movimientos, así como la acción del viento sobre las nubes.
“El espíritu se acumula, luego hay vida, el espíritu se va, luego es la muerte. Es incluso el precursor de todas las criaturas, antes que los mecanismos de transformación del Cielo y de la Tierra, del Yin y del Yang”.
(Liú Yi Ming – maestro taoísta de la dinastía Qing)
El espíritu original proviene de Tao que es el vacío supremo, aquello que no tiene forma, que aun no se ha manifestado pero tiene todas las posibilidades de manifestación.
Enfermedades y espíritu
Y después de esta explicación sobre el espíritu en diferentes vertientes filosóficas, hablemos de las enfermedades y el espíritu.
Sí como espíritu, venimos a manifestarnos de la Nada, a ser nosotros mismos, a ser creativos y creadores, a experimentar la vida con alegría y existencia plena, y eso es estupendo pero, también nacemos en una familia que no solo nos transmite su genética si no también sus valores y nos quiere en base a cumplir con esos valores.
De manera que si el espíritu es el aliento de vida que nos llega con una genética y a la vez, nacemos en una familia que nos condiciona desde pequeños a ser como se supone que es “ser buena” en esa familia (no es lo mismo nacer en una familia de ladrones, donde la mejor es la que tiene más habilidades para robar, que nacer en una familia de catedráticos donde lo que se valora son los estudios y cátedras que una tenga)
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Nacemos naturales y espontáneos, pero nos van diciendo cómo debemos ser… y si eso que como espíritu has venido a manifestar en tu vida, se ve bloqueado por la complacencia a nuestros padres o cuidadores, la enfermedad futura está servida.
El no poder Ser nosotros mismos, desde la espontaneidad y naturalidad necesarias, va creando bloqueos, no hablamos de ser educados salvajes, si no de ser respetadas desde la infancia en nuestra propia naturaleza.
El niño/a creativo
Un niño/a, en su infancia puede ser muy creativo y juguetón, lo cual probablemente lo llevaría ser un adulto con esas cualidades y sería brillante en aquello que decidiese manifestar, pero generalmente, de pequeños se nos dice cómo debemos ser para agradar a papá y a mamá, y se nos mira con censura si no complacemos a nuestros progenitores que por otra parte son la luz de nuestra vida, no sentirnos queridos en la infancia puede sentirse como un peligro (si no soy como ellos quieren no me van a querer) y la niña o el niño se va convirtiendo en aquello que percibe que quieren papá y mamá.
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Condicionamientos
A partir de ahí, entramos en programas y condicionamientos que muchas veces nos encorsetan y ahogan, nos impiden fluir siendo naturales y espontáneos, para estar atentos a lo que quieren nuestros padres… al convertirnos en eso que ellos quieren no somos lo que nosotros queremos ser en realidad y nos vamos apagando, nos vamos cerrando y nuestros cuerpos empiezan a desarrollar tensiones y bloqueos que producen enfermedades.
Viviendo en piloto automático
Esos programas se vuelven inconscientes de tanto repetirlos, y de adultos vivimos nuestra vida en piloto automático (como cuando ya sabemos conducir un coche) el programa está integrado en nuestro cuerpo, en nuestra mente, y nos sentimos mal, pero no sabemos ya porqué, sufrimos enfermedades, pero no sabemos su origen.
Personas complacientes
Por ejemplo, las personas muy complacientes que están todo el tiempo ocupándose de los demás y poco o nada de sí mismas, pueden llegar a desarrollar fibromialgia, con la consiguiente falta de comprensión por gran parte de la sociedad (médicos, familiares) porque el dolor no se puede medir.
Con frecuencia me pregunto, si esa persona que ha desarrollado fibromialgia pudiera ver sus patrones de condicionamiento negativo y lograra ( digo lograra porque ya están integrados en su cuerpo de forma automática) desidentificarse de ellos y llegase a convertirse en eso que verdaderamente es ¿se curaría?
La pregunta queda ahí, pero si el espíritu, nuestro aliento de vida, y también nuestra mente y conciencia lograran expandirse y comprender que no somos nuestros patrones, que somos algo mucho más maravilloso e infinito, que somos conciencia pura en expansión, que podemos dejar de ser lo que nos mandaron que debíamos ser para simplemente Ser nosotros mismos, es posible que se diera más de una curación espontánea… pero los patrones están tan arraigados, que es una ardua labor hacerlos conscientes y desidentificarse de ellos.
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Diferentes caminos para lograrlo
Sin embargo creo firmemente que es posible hacerlo, que hay muchos caminos para llegar a ello, que quererse empieza por cuidarse y empezar a sentir nuestras emociones, que nuestra alimentación consciente, tanto física como emocional puede ayudarnos a sanar o al menos llevar la enfermedad mucho mejor.
A menudo pienso que la enfermedad nos está dando un mensaje importante y que si la escuchamos, nos va a dar muchas claves de lo que le conviene hacer a nuestro espíritu para sanarse.
Una dieta sana y adecuada, ejercicio físico moderado, como tai chi, chi kung o yoga, meditación, ayuda de un profesional en psicoterapia, una aceptación de nosotras mismos, unos buenos momentos compartidos entre risas con amigos, un profundo amor hacia nosotros mismos, pueden ayudarnos a sanar o a llevar mucho mejor cualquier enfermedad.